El Totalitarismo - Secularismo y Materialismo
El Totalitarismo Secular
El estado político tiránico y dictatorial
Cuando el materialismo y el mecanicismo hayan sido más o menos derrotados, la influencia devastadora del secularismo del siglo XX y XXI seguirá frustrando la experiencia espiritual de millones de almas desprevenidas.
El secularismo moderno ha sido fomentado por dos influencias mundiales. El padre del secularismo fue la actitud de la así llamada ciencia —ciencia atea— de miras estrechas y sin Dios, del siglo diecinueve y del siglo veinte. La madre del secularismo moderno fue la totalitaria iglesia cristiana medieval. El secularismo tuvo su comienzo como protesta contra la dominación casi completa de la civilización occidental por la iglesia cristiana institucionalizada.
En el momento de esta revelación, el clima intelectual y filosófico que prevalece tanto en la vida europea como en la americana es decididamente secular —humanístico. Por trescientos años, el pensamiento occidental se ha ido secularizando progresivamente. La religión se ha vuelto más y más una influencia nominal, en su mayor parte un ejercicio ritualista. La mayoría de los cristianos profesos de la civilización occidental son, en realidad, secularistas inconscientes.
Se requirió un gran poder, una influencia poderosa, para liberar el pensar y el vivir de los pueblos occidentales de la garra destructora de una totalitaria dominación eclesiástica. El secularismo rompió las cadenas del control de la iglesia, y ahora, a su vez, amenaza con establecer un nuevo dominio ateo en el corazón y la mente del hombre moderno. El estado político tiránico y dictatorial es la herencia directa del materialismo científico y del secularismo filosófico. El secularismo no bien libera al hombre de la dominación de la iglesia institucionalizada cuando lo vende al vínculo esclavizante del estado totalitario. El secularismo libra al hombre de la esclavitud eclesiástica tan sólo para traicionarlo entregándolo a la tiranía de la esclavitud política y económica.
El materialismo niega a Dios, el secularismo simplemente lo ignora; por lo menos ésa era la actitud previa. Más recientemente, el secularismo ha tomado una actitud más militante, teniendo la presunción de tomar el lugar de la religión cuya esclavitud totalitaria anteriormente combatía. El secularismo del siglo veinte y Veintiuno tiende a afirmar que el hombre no necesita a Dios. Pero, ¡tened cuidado! Esta filosofía sin Dios de la sociedad humana tan sólo conducirá a la inquietud, la animosidad, la infelicidad, la guerra y a un desastre mundial.
El secularismo jamás traerá paz a la humanidad. Nada puede tomar el lugar de Dios en la sociedad humana. ¡Pero prestad atención! No os apresuréis a abandonar las ganancias beneficiosas de la rebelión secular a partir del totalitarismo eclesiástico. La civilización occidental disfruta hoy de muchas libertades y satisfacciones como resultado de la rebeldía secular. El gran error del secularismo fue éste: al sublevarse contra el control casi total de la vida por parte de la autoridad religiosa, y después de obtener la liberación de dicha tiranía eclesiástica, los secularistas prosiguieron, rebelándose contra Dios mismo, a veces tácitamente, otras veces abiertamente.
Debéis a la rebelión secularista la extraordinaria creatividad del industrialismo americano y el progreso material sin precedentes de la civilización occidental. Puesto que la sublevación secularista fue demasiado lejos y perdió de vista a Dios y a la religión verdadera, también produjo una cosecha no intencionada de guerras mundiales e inquietud internacional.
No es necesario sacrificar la fe en Dios para disfrutar de las bendiciones de la rebelión secularista moderna: tolerancia, servicio social, gobiernos democráticos, y libertades civiles. Tampoco fue necesario que los secularistas antagonizaran a la religión verdadera para promover la ciencia y avanzar la educación.
Pero el secularismo no es la única causa de todos estos avances recientes en la expansión del nivel de vida. Detrás de las ganancias del siglo veinte están, no solamente la ciencia y el secularismo, sino también los efectos espirituales no reconocidos y no conocidos de la vida y las enseñanzas de Jesús de Nazaret.
Sin Dios, sin religión, el secularismo científico no puede coordinar nunca sus fuerzas, armonizar sus intereses, razas, y nacionalismos divergentes y rivales. Esta sociedad humana secularista, a pesar de sus logros materialistas sin paralelo, se está desintegrando paulatinamente. La fuerza principal de cohesión que se resiste a esta desintegración del antagonismo es el nacionalismo. Y el nacionalismo es a la vez la principal barrera a la paz mundial.
La debilidad inherente del secularismo consiste en que desecha la ética y la religión a favor de la política y del poder. No se puede establecer la hermandad de los hombres si se ignora o niega la paternidad de Dios.
El optimismo secular social y político es una ilusión. Sin Dios, ni la libertad y la emancipación, ni la propiedad y la riqueza conducirán a la paz.
La secularización completa de la ciencia, la educación, la industria y la sociedad puede conducir tan sólo al desastre. Durante el primer tercio del siglo veinte los urantianos mataron a más seres humanos que los que fueron matados durante la entera dispensación cristiana hasta ese momento. Y éste es tan sólo el comienzo de la amarga cosecha del materialismo y el secularismo; destrucciones aún más terribles están por ocurrir.
El Materialismo
Los científicos han precipitado a la humanidad, sin intención, en un pánico materialista; han desencadenado sin quererlo un pánico bancario en el banco moral de las edades, pero este banco de experiencia humana tiene vastos recursos espirituales; puede aguantar las demandas que se le hagan. Sólo los hombres irreflexivos llegan al pánico sobre los recursos espirituales de la raza humana. Cuando se acabe el pánico materialista y secular, la religión de Jesús no estará en la bancarrota. El banco espiritual del reino del cielo pagará con fe, esperanza y certeza moral a todos los que pidan sus bienes «en Su nombre».
Sea cual fuere el conflicto aparente entre el materialismo y las enseñanzas de Jesús, podéis estar seguros de que en las eras por venir, las enseñanzas del Maestro triunfarán plenamente. En realidad, la verdadera religión no puede entrar en controversia con la ciencia; de ninguna manera le conciernen las cosas materiales. La religión sencillamente es indiferente, aunque simpatizante, a la ciencia; en cambio, se preocupa supremamente por el científico.
La búsqueda del mero conocimiento, sin la interpretación concomitante de la sabiduría y la visión espiritual de la experiencia religiosa, finalmente lleva al pesimismo y a la desesperanza humana. Un conocimiento limitado es verdaderamente desconcertante.
En el momento de la escritura de este documento, ya ha pasado lo peor de la era materialista; ya se asoma una era de mejor comprensión. Las mentes más elevadas del mundo científico ya no son totalmente materialistas en su filosofía, pero la gente común y corriente aún se inclina en esa dirección como resultado de enseñanzas anteriores. Pero esta era de realismo físico es tan sólo un episodio pasajero de la vida del hombre en la tierra. La ciencia moderna no ha tocado a la verdadera religión —las enseñanzas de Jesús tal como se traducen en la vida de sus creyentes. Todo lo que la ciencia ha hecho es destruir las ilusiones infantiles de las interpretaciones erróneas de la vida.
La ciencia es una experiencia cuantitativa, la religión una experiencia cualitativa, en lo que se refiere a la vida del hombre en la tierra. La ciencia se ocupa de los fenómenos; la religión, de los orígenes, valores y metas. Asignar causas como explicación de los fenómenos físicos equivale a confesar ignorancia de los factores últimos y por fin tan sólo conduce al científico directamente de vuelta a la primera gran causa: el Padre Universal del Paraíso.
El cambio violento de una era de milagros a una era de máquinas ha demostrado ser perturbador para el hombre. La ingeniosidad y dexteridad de las falsas filosofías mecanicistas traicionan sus mismos argumentos mecanicistas. La agilidad fatalista de la mente materialista por siempre refuta su afirmación de que el universo es un fenómeno energético ciego y sin sentido.
El naturalismo mecanicista de algunos hombres supuestamente instruidos y el secularismo sin raciocinio del hombre de la calle se ocupan exclusivamente de cosas; están vacíos de verdaderos valores, sanciones y satisfacciones de naturaleza espiritual, así como también están vacíos de fe, esperanza y certezas eternas. Uno de los grandes problemas de la vida moderna es que el hombre piensa que está demasiado ocupado para encontrar tiempo para la meditación espiritual y la devoción religiosa.
El materialismo reduce al hombre a un estado de autómata, sin alma, y lo trans-forma en un simple símbolo aritmético que halla un sitio desamparado en la fórmula matemática de un universo mecanicista sin romanticismo. Pero, ¿de dónde proviene este vasto universo matemático, si no existe un Maestro Matemático? La ciencia puede explayarse sobre la conservación de la materia, pero la religión valida la conservación del alma de los hombres —se interesa por su experiencia de las realidades espirituales y los valores eternos.
El sociólogo materialista de hoy estudia la comunidad, hace informe sobre ésa y deja a la gente tal como la encontró. Mil novecientos años atrás, ciertos galileos ignorantes observaron a Jesús dar su vida como contribución espiritual a la experiencia interior del hombre, y salieron luego y transformaron al imperio romano entero.
Pero los líderes religiosos cometen un grave error cuando intentan llamar al hombre moderno a la lucha espiritual con las trompetas de la Edad Media. Es necesario que la religión elabore nuevos lemas actualizados. Ni la democracia ni otras panaceas políticas pueden tomar el lugar del progreso espiritual. Las religiones falsas pueden representar una evasión de la realidad, pero Jesús en su evangelio llevó al hombre mortal a la puerta misma de la realidad eterna del progreso espiritual.
Decir que la mente «surgió» de la materia no explica nada. Si el universo fuera tan sólo un mecanismo y la mente, parte integrante de la materia, no tendríamos jamás dos interpretaciones distintas de ningún fenómeno observado. Los conceptos de verdad, belleza y bondad no son inherentes ni a la física ni a la química. Una máquina no puede saber, mucho menos saber la verdad, tener hambre de rectitud, y apreciar la bondad.
La ciencia puede ser física, pero la mente del científico que discierne la verdad es, a la vez, supermaterial. La materia no conoce la verdad, tampoco puede amar la misericordia ni regocijarse en las realidades espirituales. Las convicciones morales basadas en el esclarecimiento espiritual y arraigadas en la experiencia humana son tan reales y certeras como las deducciones matemáticas basadas en las observaciones físicas, pero se encuentran en otro nivel más elevado.
Si los hombres fueran tan sólo máquinas, reaccionarían más o menos uniformemente al universo material. No existirían ni la individualidad, y aún menos la personalidad.
El hecho del mecanismo absoluto del Paraíso en el centro del universo de los universos, en presencia de la volición incondicionada de la Segunda Fuente y Centro, hace por siempre certero el hecho de que el determinismo no constituye la ley exclusiva del cosmos. El materialismo está allí, pero no es exclusivo; el mecanismo está allí, pero no es incondicionado; el determinismo está allí, pero no está solo.
El universo finito de la materia con el tiempo se tornaría uniforme y determinista si no fuera por la presencia combinada de la mente y el espíritu. La influencia de la mente cósmica inyecta constantemente espontaneidad aun en los mundos materiales.
La libertad, la iniciativa, en cualquier reino de la existencia, es directamente proporcional al grado de influencia espiritual y control de la mente cósmica; o sea, en la experiencia humana, el grado de actualidad de hacer «la voluntad del Padre». Así pues, una vez que comencéis a encontrar a Dios, ésa será la prueba conclusiva de que Dios ya os ha encontrado a vosotros.
La búsqueda sincera de la bondad, la belleza y la verdad, conduce a Dios. Y todo descubrimiento científico demuestra a la vez la existencia de la libertad y de la uniformidad en el universo. El descubridor tuvo la libertad de hacer el descubrimiento. La cosa descubierta es real y aparentemente uniforme, de lo contrario no hubiera podido ser conocida como una cosa.
Ø La Vulnerabilidad del Materialismo
¡Qué actitud tan necia la del hombre de actitud materialista cuando permite que teorías tan vulnerables como las del universo mecanicista, le priven de los vastos recursos espirituales de una experiencia personal de la verdadera religión! Los hechos no están jamás en desacuerdo con la fe espiritual real; las teorías sí pueden estarlo. Sería mejor que la ciencia se dedicase a la destrucción de la superstición, en vez de intentar destruir la fe religiosa: la creencia humana en las realidades espirituales y los valores divinos.
La ciencia debería hacer para el hombre, materialmente, lo que la religión hace por él espiritualmente: extender el horizonte de la vida y ampliar su personalidad. La verdadera ciencia no puede mantenerse en desacuerdo con la verdadera religión. El «método científico» es simplemente una vara intelectual con el cual se miden las aventuras materiales y los logros físicos. Pero, como es material y totalmente intelectual, es completamente inútil en la evaluación de las realidades espirituales y de las experiencias religiosas.
La contradicción del mecanicista moderno es: si éste fuera simplemente un universo material y el hombre tan sólo una máquina, dicho hombre sería totalmente incapaz de reconocerse como máquina, y asimismo, tal hombre-máquina estaría totalmente inconsciente del hecho de la existencia de dicho universo material. El desmayo y la desesperación materialista de una ciencia mecanicista no han llegado a reconocer el hecho de la mente del científico, morada por el espíritu, cuya visión supermaterial misma formula estos conceptos erróneos y autocontradictorios de un universo materialista.
Los valores Paradisiacos de eternidad e infinidad, de verdad, belleza y bondad, se ocultan en los hechos de los fenómenos de los universos del tiempo y del espacio. Pero se requiere el ojo de la fe en el mortal nacido del espíritu para detectar y discernir estos valores espirituales.
Las realidades y valores del progreso espiritual no son una «proyección psicológica» —un simple ensueño glorificado de la mente material. Estas cosas son los pronósticos espirituales del Ajustador residente, el espíritu de Dios que vive en la mente del hombre. No permitáis que vuestra vaga percepción de los descubrimientos inciertos de la «relatividad» afecten vuestra concepción de la eternidad e infinidad de Dios. Y en todas vuestras solicitudes relativas a la necesidad de autoexpresión, no cometáis el error de ignorar la necesidad de la expresión del Ajustador, la manifestación de vuestro yo real y mejor.
Si fuera éste tan sólo un universo material, el hombre material jamás sería capaz de llegar al concepto del carácter mecanicista de tal existencia exclusivamente material. Este concepto mecanicista mismo del universo es, en sí mismo, un fenómeno no material de la mente, y toda mente es de origen no material, no importa cuan profundamente aparece estar condicionada materialmente y controlada mecanísticamente.
El mecanismo mental del hombre mortal, parcialmente evolucionado, no está dotado de gran lógica ni sabiduría. La vanidad del hombre sobrecoge a menudo su razón y elude su lógica.
El pesimismo del materialista más pesimista es, en sí mismo, prueba suficiente de que el universo del pesimista no es totalmente material. Tanto el optimismo como el pesimismo son reacciones conceptuales en una mente consciente de los valores así como de los hechos. Si el universo fuera realmente lo que el materialista lo considera ser, el hombre, como máquina humana, estaría vacío de todo reconocimiento consciente de ese mismo hecho. Sin la conciencia del concepto de los valores, dentro de la mente nacida del espíritu, el hecho del materialismo del universo y los fenómenos mecanicistas de la operación del universo no podrían, en lo más mínimo, ser reconocidos por el hombre. Una máquina no puede tener conciencia, ni de la naturaleza ni del valor de otra máquina.
Una filosofía mecanicista de la vida y del universo no puede ser científica, porque la ciencia tan sólo reconoce y trata la materia y los hechos. La filosofía es, inevitablemente, supercientífica. El hombre es un hecho material de la naturaleza, pero su vida es un fenómeno que trasciende los niveles materiales de la naturaleza, porque exhibe los atributos de control de la mente y las cualidades creadoras del espíritu.
El esfuerzo sincero del hombre por volverse un mecanicista representa el fenómeno trágico del fútil esfuerzo de ese hombre por cometer un suicidio intelectual y moral. Pero no consigue hacerlo.
Si el universo fuera tan sólo material y el hombre una máquina, no habría ciencia para instigar al científico a que postule esta mecanización del universo. Las máquinas no pueden medir, clasificar ni evaluarse a sí mismas. Semejante acción científica tan sólo puede ser ejecutada por una entidad de estado supermáquina.
Si la realidad del universo fuese tan sólo una vasta máquina, entonces el hombre tendría que estar fuera del universo y separado de él para poder reconocer semejante hecho y tener conciencia de la visión que se oculta en tal evaluación.
Si el hombre fuese tan sólo una máquina, ¿mediante qué técnica llega este hombre a creer o declarar que sabe que él es tan sólo una máquina? La experiencia de la evaluación autoconsciente del yo no es nunca el atributo de una mera máquina. Un mecanicista autoconsciente y dedicado es la mejor respuesta posible al mecanicismo. Si el materialismo fuera un hecho, no podría haber mecanicistas autoconscientes. También es verdad que hace falta ser una persona moral para poder realizar acciones inmorales.
El concepto mismo del materialismo implica una conciencia supermaterial de la mente que presume afirmar tales dogmas. Un mecanismo puede deteriorarse, pero jamás puede progresar. Las máquinas no piensan, no crean, no sueñan, no aspiran, no idealizan, no tienen hambre de verdad, ni sed de rectitud. No motivan su vida con la pasión de servir a otras máquinas ni de elegir como fin de una progresión eterna la tarea sublime de encontrar a Dios y de tratar de ser como él. Las máquinas no son nunca intelectuales, emocionales, estéticas, éticas, morales ni espirituales.
El arte prueba que el hombre no es mecanicista, pero no prueba que es espiritualmente inmortal. El arte es morontia mortal, el campo intermedio entre el hombre material, y el hombre espiritual. La poesía es el esfuerzo de huir de las realidades materiales a los valores espirituales.
En una civilización elevada, el arte humaniza a la ciencia, siendo espiritualizada a su vez por la verdadera religión: la visión de los valores eternos y espirituales. El arte representa una evaluación espacio-temporal de la realidad. La religión es el abrazo divino de los valores cósmicos y connota una progresión eterna en la ascensión y expansión espirituales. El arte temporal es peligroso sólo cuando se enceguece ante las normas espirituales de los modelos originales divinos que la eternidad refleja como sombras temporales de la realidad.
El verdadero arte es la manipulación efectiva de las cosas materiales de la vida; la religión es la transformación ennoblecedora de los hechos materiales de la vida, y no cesa jamás en su evaluación espiritual del arte.
¡Qué necio es presumir que un autómata pueda concebir la filosofía del automatismo, y qué ridículo que presuma formar tal concepto relativo a otros autómatas semejantes!
Toda interpretación científica del universo material es inútil a menos que provea al científico de su debido reconocimiento. Ninguna apreciación del arte es genuina a menos que acuerde reconocimiento al artista. Ninguna evaluación de la moral es válida, a menos que incluya al moralista. Ningún reconocimiento de la filosofía es edificante si ignora al filósofo, y la religión no puede existir sin la experiencia real del religioso que, en esta misma experiencia y por la misma, trata de encontrar a Dios y de conocerlo. Asimismo, el universo de los universos no tiene significado aparte del YO SOY, el infinito Dios que lo hizo e incesantemente lo dirige.
Los mecanicistas —los humanistas— tienden a seguir las corrientes materiales. Los idealistas y los espiritistas se atreven a usar su remo con inteligencia y vigor, para modificar el aparente curso puramente material de las corrientes de la energía.
La ciencia vive por las matemáticas de la mente; la música expresa el ritmo de las emociones. La religión es el ritmo espiritual del alma, en armonía espacio-temporal con las medidas de melodía más elevadas y eternas de la Infinidad. La experiencia religiosa es, en la vida humana, algo que es verdaderamente supermatemático.
En el lenguaje, el alfabeto representa el mecanismo del materialismo, mientras que las palabras que expresan el significado de mil pensamientos, grandes ideas, y nobles ideales —amor y odio, cobardía y valor— representan la actuación de la mente dentro del alcance definido tanto por la ley material como por la espiritual, dirigida por la afirmación de la voluntad de la personalidad, y limitada por la dote situacional inherente.
El universo no es como las leyes, los mecanismos y las uniformidades que descubre un científico, y que llega a considerar ciencia, sino más bien como el científico curioso, pensante, seleccionador, creador, combinante y discriminante que así observa los fenómenos del universo y clasifica los hechos matemáticos inherentes a las fases mecanicistas de la faz material de la creación. Tampoco es el universo como el arte del artista, sino más bien como el artista, que lucha, sueña, aspira y avanza buscando trascender el mundo de las cosas materiales en un esfuerzo por alcanzar una meta espiritual.
El científico, y no la ciencia, percibe la realidad de un universo de energía y mate-ria en evolución y avance. El artista, y no el arte, demuestra la existencia de un mundo morontial transitorio que interviene entre la existencia material y la libertad espiritual. El religioso, y no la religión, prueba la existencia de las realidades del espíritu y de los valores divinos que se han de encontrar en el progreso de la eternidad
El Futuro
El cristianismo rindió indudablemente un gran servicio a este mundo, pero a quien más se necesita ahora es a Jesús. El mundo necesita ver a Jesús vivir nuevamente en la tierra, en la experiencia de los mortales nacidos del espíritu que efectivamente revelen el Maestro a todos los hombres. Es fútil hablar de un renacimiento del cristianismo primitivo; debéis seguir hacia adelante desde donde os encontráis. La cultura moderna debe volverse espiritualmente bautizada con una nueva revelación de la vida de Jesús e iluminada con una nueva comprensión de su evangelio de salvación eterna. Y cuando Jesús así se eleve, él atraerá a todos los hombres hacia él. Los discípulos de Jesús deberían ser más que conquistadores, aun fuentes colmadas de inspiración y de un vivir elevado para todos los hombres. La religión es tan sólo un humanismo exaltado, hasta que se la haga divina mediante el descubrimiento de la realidad de la presencia de Dios en la experiencia personal.
La belleza y la sublimidad, la humanidad y la divinidad, la sencillez y la singularidad de la vida de Jesús en la tierra presentan un cuadro tan impresionante y atractivo de la salvación del hombre y de la revelación de Dios, que los teólogos y filósofos de todos los tiempos deberían reprimir el atrevimiento de formular credos o crear sistemas teológicos de esclavitud espiritual a partir de tal autootorgamiento trascendental de Dios en la forma del hombre. Con Jesús el universo produjo un hombre mortal en quien el espíritu del amor triunfó sobre las desventajas materiales del tiempo y trascendió el hecho del origen físico.
Recordad siempre —Dios y los hombres se necesitan mutuamente. Son mutuamente necesarios para el alcance pleno y final de la experiencia de la personalidad eterna en el destino divino de la finalidad universal.
«El reino de Dios está dentro de vosotros» fue probablemente la declaración más magnífica que Jesús hiciera jamás, después de la afirmación de que su Padre es un espíritu vivo y amante.
Al ganar almas para el Maestro, no es la primera milla de compulsión, deber o convención la que transformará al hombre y a este mundo, sino más bien la segunda milla de servicio libre y devoción amante de la libertad, que corresponde a los jesuísticos que salen para captar a su hermano en amor y guiarlo espiritualmente hacia el fin más alto y divino de la existencia mortal. El cristianismo aun ahora recorre voluntariosamente la primera milla, pero la humanidad languidece y tropieza en las tinieblas morales porque hay tan pocos corredores genuinos para la segunda milla — tan pocos seguidores profesos de Jesús que realmente viven y aman así como él enseñó a sus discípulos a vivir, amar y servir.
195:10.6 (2084.6) El llamado a la aventura de construir una sociedad humana nueva y transformada por medio del renacimiento espiritual de la hermandad jesuística del reino debería causar emoción a todos los que creen en él como nunca han estado emocionados los hombres, desde los días en que caminaban por la tierra como sus compañeros en la carne.
Ningún sistema social ni régimen político que niegue la realidad de Dios puede contribuir en forma constructiva y duradera al avance de la civilización humana. Pero el cristianismo, así como está subdividido y secularizado en el día de hoy, representa el mayor obstáculo para su propio avance ulterior; especialmente, esto es verdad en el oriente.
El eclesiasticismo es por siempre incompatible con la fe viva, con el espíritu en crecimiento, y con la experiencia directa de los socios de Jesús en la fe, dentro de la hermandad del hombre en la asociación espiritual del reino del cielo. El laudable deseo de preservar las tradiciones del logro pasado conduce a menudo a que se defiendan sistemas de adoracion obsoletos. El deseo bien intencionado de fomentar antiguos sistemas de pensamiento, impide eficazmente el patrocinio para crear medios y métodos nuevos y adecuados, para satisfacer los anhelos espirituales de las mentes en expansión y en avance del hombre moderno. Asimismo, las iglesias cristianas del siglo veinte son enormes obstáculos, pero totalmente inconscientes, al avance inmediato del verdadero evangelio —las enseñanzas de Jesús de Nazaret.
Muchas personas sinceras que ofrecerían con regocijo su lealtad al Cristo del evangelio, encuentran difícil apoyar con entusiasmo una iglesia que exhibe tan poco del espíritu de su vida y enseñanzas, y que erróneamente se considera fundada por él. Jesús no fundó la así llamada iglesia cristiana, pero ha fomentado en toda forma acorde con su naturaleza, dicha iglesia como el mejor exponente existente de su obra de vida en la tierra.
Si la iglesia cristiana se atreviese a abrazar el programa del Maestro, miles de jóvenes aparentemente indiferentes correrían a ingresar en dicha empresa espiritual, y no titubearían en recorrer todo el camino de esta gran aventura.
El cristianismo se enfrenta con el peligro mismo expresado en uno de sus lemas: «Una casa dividida contra sí misma no perdurará». El mundo nocristiano no capitulará ante una cristiandad dividida en sectas. El Jesús vivo es la única esperanza de una posible unificación del cristianismo. La verdadera iglesia —la hermandad jesuística— es invisible, espiritual, y está caracterizada por la unidad, no necesariamente por la uniformidad. La uniformidad es la característica del mundo físico de naturaleza mecanicista. La unidad espiritual es el fruto de la unión de la fe con el Jesús vivo. Ahora, la iglesia visible debería negarse a seguir dificultando el progreso de la hermandad invisible y espiritual del reino de Dios. Y esta hermandad está destinada a tornarse en un organismo vivo, en contraste con una organización social institucionalizada. Bien podría utilizar estas organizaciones sociales, pero no puede ser suplantada por ellas.
Pero el cristianismo, aun en el siglo veinte, no debe despreciarse. Es el producto del genio moral combinado de los hombres conocedores de Dios de muchas razas durante muchas épocas, y ha sido verdaderamente uno de los más grandes poderes en pos del bien en la tierra, y por lo tanto ningún hombre debe considerarlo con desprecio, a pesar de sus defectos inherentes y adquiridos. El cristianismo sigue tratando de llegar a la mente de los hombres reflexivos con fuertes emociones morales.
Pero el comprometimiento de la iglesia en el comercio y en la política no tiene excusa; estas alianzas profanas son una traición flagrante al Maestro. Y los verdaderos amantes de la verdad mucho tardarán en olvidar que esta poderosa iglesia institucionalizada frecuentemente se atrevió a sofocar una fe recién nacida, persiguiendo a los que llevaban la verdad si por azar aparecían envueltos en atavíos no ortodoxos.
También es muy cierto que esta iglesia no habría sobrevivido a menos que hubiese habido hombres en el mundo que preferían este estilo de culto. Muchas almas espiritualmente indolentes anhelan una religión antigua y autoritaria de rituales y tradiciones consagradas. La evolución humana y el progreso espiritual no son suficientes para permitir a todos los hombres a prescindir de la autoridad religiosa. Y la hermandad invisible del reino bien podría incluir a estos grupos familiares de distintas clases sociales y temperamentales si tan sólo éstas desean volverse hijos de Dios verdaderamente conducidos por el espíritu. Pero en esta hermandad de Jesús no hay lugar para rivalidades sectarias, resentimientos de grupo ni afirmaciones de superioridad moral e infalibilidad espiritual.
Estas varias agrupaciones de cristianos pueden servir para acomodar los numerosos tipos diferentes de creyentes potenciales entre los varios pueblos de la civilización occidental, pero esta división de la cristianidad presenta una grave debilidad cuando intenta llevar el evangelio de Jesús a los pueblos orientales. Estas razas aún no comprenden que existe una religión de Jesús separada, y en cierto modo apartada, del cristianismo, el cual se ha vuelto cada vez más una religión sobre Jesús.
La gran esperanza de Urantia yace en la posibilidad de una nueva revelación de Jesús, con una presentación nueva y ampliada de su mensaje salvador, que uniría espiritualmente en servicio amante a las numerosas familias de sus seguidores profesos actuales.
Aun la educación secular podría ayudar en este gran renacimiento espiritual si prestara más atención a la labor de enseñar a los jóvenes cómo se realiza la planificación de la vida y el progreso del carácter. El objeto de toda la educación debería ser fomentar y avanzar el propósito supremo de la vida, el desarrollo de una personalidad majestuosa y bien balanceada. Es muy necesario enseñar disciplina moral, en lugar de tanta autogratificación. Sobre tales cimientos, la religión podría contribuir su incentivo espiritual a la expansión y enriquecimiento de la vida mortal, aun a la certeza y engrandecimiento de la vida eterna.
El cristianismo es una religión improvisada, y por lo tanto debe operar a baja velocidad. Las actuaciones espirituales aceleradas deberán aguardar la nueva revelación y la aceptación más generalizada de la verdadera religión de Jesús. Pero el cristianismo es una religión poderosa teniendo en cuenta de que los discípulos comunes de un carpintero crucificado empezaron la carrera de acontecimientos que en trescientos años inundaron y conquistaron al mundo romano con estas enseñanzas; triunfando luego sobre los bárbaros que derrotaron a Roma. Este mismo cristianismo conquistó —absorbió y exaltó— toda la corriente de la teología hebrea y de la filosofía griega. Luego, tras caer esta religión cristiana en estado de coma por más de mil años como resultado de una dosis excesiva de misterios y paganismo, resucitó y virtualmente reconquistó a todo el mundo occidental. El cristianismo contiene lo suficiente de las enseñanzas de Jesús como para inmortalizarlo.
Si el cristianismo pudiera tan sólo captar más de las enseñanzas de Jesús, podría hacer mucho más para ayudar al hombre moderno a solucionar sus problemas nuevos y cada vez más complejos.
El cristianismo sufre de un gran obstáculo, porque se ha identificado en la mente de todo el mundo como parte del sistema social, la vida industrial, y las normas morales de la civilización occidental; así pues, el cristianismo parecería patrocinar, sin intención, una sociedad que se tambalea bajo el yugo de tolerar una ciencia sin idealismo, una política sin principios, una riqueza sin trabajo, un placer sin límites, un conocimiento sin carácter, un poder sin conciencia, y una industria sin moralidad.
La esperanza del cristianismo moderno consiste en que deje de patrocinar los sistemas sociales y las políticas industriales de la civilización occidental, inclinándose humildemente ante esa cruz, que tan valientemente ensalza, para aprender allí nuevamente de Jesús de Nazaret, las verdades más grandes que el hombre mortal puede escuchar jamás: el evangelio vivo de la paternidad de Dios y de la hermandad del hombre.
El Problema Moderno
El siglo veinte ha traído nuevos problemas para que resuelvan el cristianismo y todas las otras religiones. Cuanto más elevada se torna una civilización, más es necesario el deber de «buscar primero las realidades del cielo» en todos los esfuerzos del hombre por estabilizar la sociedad y facilitar la solución de sus problemas materiales.
La verdad se vuelve muchas veces confusa y aun engañosa cuando se la fragmenta, segrega, aísla y analiza demasiado. La verdad viva enseña el camino recto al buscador de la verdad sólo cuando es abrazada en su totalidad y como una realidad espiritual viva, no como un hecho de la ciencia material ni como una inspiración del arte interpuesto.
La religión es la revelación al hombre de su destino divino y eterno. La religión es una experiencia puramente personal y espiritual y debe por siempre ser distinta de las demás formas elevadas del pensamiento del hombre, tales como:
1. La actitud lógica del hombre hacia las cosas de la realidad material.
2. La apreciación estética del hombre de la belleza en contraste con la fealdad.
3. El reconocimiento ético del hombre de las obligaciones sociales y del deber político.
4. Incluso el sentido de la moral humana de cada hombre no es, en sí y por sí mismo, religioso.
La religión funciona para encontrar en el universo aquellos valores que estimulan la fe, la confianza y la certeza; la religión culmina en la adoración. La religión descubre para el alma aquellos valores supremos que contrastan con los valores relativos descubiertos por la mente. Tal visión sobrehumana tan sólo se puede obtener mediante una genuina experiencia religiosa.
Un sistema social duradero sin una moral predicada sobre las realidades espirituales no puede perdurar puesto que equivaldría pensar en el sistema solar sin gravedad.
No tratéis de satisfacer la curiosidad ni de gratificar los anhelos latentes de aventura que surgen del alma en una corta vida en la carne. ¡Sed pacientes! No caigáis en la tentación de zambulliros en una aventura barata y sórdida, sin ley. Controlad vuestras energías y frenad vuestras pasiones; tranquilízaos mientras aguardáis el despliegue majestuoso de una carrera sin fin de aventura progresiva y descubrimiento emocionante.
En la confusión sobre los orígenes del hombre, no perdáis de vista su destino eterno. No olvidéis que Jesús amó aun a los pequeños, y que por siempre aclaró el gran valor de la personalidad humana.
Al observar al mundo, recordad que las manchas negras del mal que veis se muestran contra un fondo blanco de bondad final. No veréis simples manchas blancas de bondad que se destacan contra un fondo negro de maldad.
Si hay tanta buena verdad para publicar y proclamar, ¿por qué deben los hombres ocuparse tanto del mal en el mundo, sólo porque parece ser un hecho? La belleza de los valores espirituales de la verdad es más placentera e inspiradora que este fenómeno del mal.
En la religión, Jesús abogó por el método de la experiencia, y lo aplicó, así como la ciencia moderna utiliza la técnica de la experimentación. Encontramos a Dios mediante la guía de la visión espiritual, pero nos acercamos a esta visión del alma mediante el amor por la belleza, la búsqueda de la verdad, la lealtad al deber, y la adoración de la bondad divina. Pero de todos estos valores, el amor es la guía auténtica de la verdadera visión espiritual.
El Problema Moderno
El siglo veinte ha traído nuevos problemas para que resuelvan el cristianismo y todas las otras religiones. Cuanto más elevada se torna una civilización, más es necesario el deber de «buscar primero las realidades del cielo» en todos los esfuerzos del hombre por estabilizar la sociedad y facilitar la solución de sus problemas materiales.La verdad se vuelve muchas veces confusa y aun engañosa cuando se la fragmenta, segrega, aísla y analiza demasiado. La verdad viva enseña el camino recto al buscador de la verdad sólo cuando es abrazada en su totalidad y como una realidad espiritual viva, no como un hecho de la ciencia material ni como una inspiración del arte interpuesto.
La religión es la revelación al hombre de su destino divino y eterno. La religión es una experiencia puramente personal y espiritual y debe por siempre ser distinta de las demás formas elevadas del pensamiento del hombre, tales como:
1. La actitud lógica del hombre hacia las cosas de la realidad material.
2. La apreciación estética del hombre de la belleza en contraste con la fealdad.
3. El reconocimiento ético del hombre de las obligaciones sociales y del deber político.
4. Incluso el sentido de la moral humana de cada hombre no es, en sí y por sí mismo, religioso.
La religión funciona para encontrar en el universo aquellos valores que estimulan la fe, la confianza y la certeza; la religión culmina en la adoración. La religión descubre para el alma aquellos valores supremos que contrastan con los valores relativos descubiertos por la mente. Tal visión sobrehumana tan sólo se puede obtener mediante una genuina experiencia religiosa.
Un sistema social duradero sin una moral predicada sobre las realidades espirituales no puede perdurar puesto que equivaldría pensar en el sistema solar sin gravedad.
No tratéis de satisfacer la curiosidad ni de gratificar los anhelos latentes de aventura que surgen del alma en una corta vida en la carne. ¡Sed pacientes! No caigáis en la tentación de zambulliros en una aventura barata y sórdida, sin ley. Controlad vuestras energías y frenad vuestras pasiones; tranquilízaos mientras aguardáis el despliegue majestuoso de una carrera sin fin de aventura progresiva y descubrimiento emocionante.
En la confusión sobre los orígenes del hombre, no perdáis de vista su destino eterno. No olvidéis que Jesús amó aun a los pequeños, y que por siempre aclaró el gran valor de la personalidad humana.
Al observar al mundo, recordad que las manchas negras del mal que veis se muestran contra un fondo blanco de bondad final. No veréis simples manchas blancas de bondad que se destacan contra un fondo negro de maldad.
Si hay tanta buena verdad para publicar y proclamar, ¿por qué deben los hombres ocuparse tanto del mal en el mundo, sólo porque parece ser un hecho? La belleza de los valores espirituales de la verdad es más placentera e inspiradora que este fenómeno del mal.
En la religión, Jesús abogó por el método de la experiencia, y lo aplicó, así como la ciencia moderna utiliza la técnica de la experimentación. Encontramos a Dios mediante la guía de la visión espiritual, pero nos acercamos a esta visión del alma mediante el amor por la belleza, la búsqueda de la verdad, la lealtad al deber, y la adoración de la bondad divina. Pero de todos estos valores, el amor es la guía auténtica de la verdadera visión espiritual.
Revelaciones de Urantia Siglo XXI
[Comisión de Seres Intermedios]
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