Historia de la Iglesia Católica y su lucha contra el Socialismo - Comunismo
Pío XI:
“El
furor comunista no se ha limitado a matar a obispos y millares de sacerdotes,
de religiosos y religiosas, buscando
de un modo particular a aquellos y a aquellas que precisamente trabajan con mayor celo con los pobres y los obreros, sino que, además,
ha matado a un gran número de seglares
de toda clase y condición, asesinados aún hoy día en masa, por el mero hecho
de ser cristianos o al menos contrarios al ATEÍSMO COMUNISTA.
Y esta destrucción tan espantosa es
realizada con un odio, una barbarie y
una ferocidad que jamás se hubieran creído posibles en nuestro siglo. Ningún individuo
que tenga buen juicio, ningún
hombre de Estado consciente de su responsabilidad pública, puede dejar de
temblar si piensa que lo que hoy
sucede en España tal vez podrá repetirse mañana en otras naciones civilizadas” Divini Redemptoris
Contra el Socialismo y parte del Liberalismo
En
1864 el Papa Pío IX en la encíclica Quanta Cura condenó el socialismo y el liberalismo económico, por lo que hizo un primer
esbozo de las enseñanzas que León XIII desarrollará: denunciaba conjuntamente,
por una parte, la pretensión del socialismo
del siglo XIX de sustituir la Providencia Divina por el Estado y, por otra, el carácter materialista del liberalismo
económico que excluye el aspecto
moral de las relaciones entre capital y trabajo, pero el punto más fuerte
lo fue con el socialismo
Guardián de la doctrina anticomunista
del pontificado de Pío IX y León XIII
Pío IX
Como
señalábamos Pío IX, beatificado en el año 2000 por el Papa Juan Pablo II, fue
el primer pontífice que hizo frente al socialismo y al comunismo,. La primera alocución al comunismo lo establece en la encíclica, “Noscitis
et Nobiscum”, (1849), la cuál lo considerada como un “Trastorno ABSOLUTO de todo ORDEN HUMANO”; Cabe considerar que está
crítica la hace un año más tarde de la publicación del manifiesto comunista de Karl Marx “…tampoco desconocéis, Venerables
Hermanos, que los principales autores de esta tan abominable intriga, no se
proponen otra cosa que impulsar a los
pueblos, agitados ya por toda
clase de vientos de perversidad, al trastorno
absoluto de todo orden humano de las
cosas, ya entregarlos a los criminales
sistemas del nuevo Socialismo y
Comunismo”. Posteriormente también se refiere a estas concepciones
ideológicas en las encíclicas Quanta cura y el Syllabus en el año 1864 “Tales
pestilencias han sido muchas veces y con gravísimas sentencias reprobadas”.
León XIII
Pío
IX fue el papa que, después de Pedro ha estado más tiempo en el poder del
vaticano y es reemplazado por León XIII quién al igual que su antecesor no
comulgaba con las ideas izquierdistas: “Secta
pestífera” “A todos, finalmente, es manifiesto con cuán graves palabras y
cuánta firmeza y constancia de ánimo nuestro glorioso predecesor Pío IX, de f.
m., ha combatido, ya en diversas alocuciones tenidas, ya en encíclicas dadas a
los Obispos de todo el orbe, contra los inicuos
intentos de las sectas, y señaladamente contra la peste del socialismo, que ya estaba naciendo de ellas” (León
XIII, Encíclica “Quod Apostolici Muneris”, de 28 de diciembre de 1878 -A.
S. S., vol. XI, pág. 371)
“Secta destructora de la sociedad
civil”
“…aquella
secta de hombres que, bajo diversos y casi bárbaros nombres de socialistas, comunistas
o nihilistas, esparcidos por todo el
orbe, y estrechamente coligados
entre sí por inicua federación,
ya no buscan su defensa en las tinieblas
de sus OCULTAS REUNIONES, sino que, saliendo a pública luz, confiados y a cara
descubierta, se empeñan en llevar a
cabo EL PLAN, que con tiempo concibieron, de trastornar los fundamentos de toda sociedad civil.
Estos son ciertamente los que, según atestiguan las divinas páginas, ‘mancillan la carne, desprecian la dominación y blasfeman de la majestad’
(León XIII, Encíclica “Quod Apostolici Muneris”, de 28 de diciembre de 1878 -A.
S. S., vol. XI, pág. 369
“Planta siniestra” ”la
Iglesia del Dios vivo, que es ‘columna y fundamento de la verdad” (1 Tim. 2,
15), enseña aquellas doctrinas y preceptos con que se atiende de modo
conveniente al bienestar y vida tranquila de la sociedad y se arranca de raíz
la planta siniestra del socialismo” (León
XIII, Encíclica “Quod Apostolici Muneris”, de 28 de diciembre de 1878 -A. S
.S., vol. XI, págs. 371-372)
“Mortal pestilencia” “Los
comunistas, los socialistas y los
nihilistas son una “mortal
pestilencia que serpentea por
las más íntimas entrañas de la sociedad humana y la conduce al peligro extremo de ruina” (León XIII, Encíclica “Quod Apostolici Muneris”, de 28 de diciembre de 1878 -A.
S .S., vol. XI, págs. 369)
“Secuaces del socialismo” “Por
último, así como los secuaces del
socialismo se reclutan
principalmente entre los proletarios y los obreros, los cuales, cobrando
horror al trabajo, se dejan fácilmente arrastrar
por el cebo de la esperanza y de las
promesas de los bienes ajenos, así
es oportuno favorecer las asociaciones
de artesanos y obreros que, colocados bajo la tutela
de la Religión, se habitúen a contentarse
con su suerte, a soportar meritoriamente
los trabajos y a llevar siempre una vida
apacible tranquila”. (León XIII,
Encíclica “Quod Apostolici Muneris”,
de 28 de diciembre de 1878);
“Ruina de todas las cosas” “Porque suprimido el temor de Dios y el respeto a las leyes divinas, menospreciada la autoridad de los príncipes, consentida y legitimada la manía de las
revoluciones, sueltas con la mayor
licencia las pasiones populares, sin otro freno que el castigo, ha de seguirse necesariamente el trastorno y la ruina de
todas las cosas. Y aún precisamente esta ruina y trastorno es lo que, a conciencia maquinan y expresamente
proclaman unidas las masas de comunistas
y socialistas.”(León XIII, Encíclica
“Humanum Genus”. de 20 de abril de 1884 – A.S.S., vol. XVI, pág. 428)
León
XIII, decía que el socialismo es un
remedio injusto porque va en contra del propio individuo, ya que poseer algo propio, con exclusión de los demás, es un derecho
que dio la providencia a través de
la naturaleza a todo hombre. “Cuando
dicen los socialistas que Dios ha
otorgado la tierra en común a toda
la humanidad, se equivocan, porque lo que quería haber dicho es: “no señalo a ninguno en particular la parte que había que poseer, dejando a la industria del hombre y
a las leyes de los pueblos la determinación de lo que cada uno en particular había de poseer”.
La
propiedad privada es conforme a la naturaleza
de Dios. En su encíclica Rerun, Novarum, León defiende la propiedad privada, ataca también la intervención del Estado, “Entiendo que
es un peligro para la unión familiar. No hay más remedio que aceptar la
condición humana que origina la sociedad
civil, porque no es posible suprimir
la desigualdad social, porque la
naturaleza misma ha puesto en los hombres ¡grandísimas y muchísimas desigualdades y, que estas permiten que haya diferentes oficios! Por lo demás las penalidades que aquejan al hombre son consecuencia
del pecado y han de acompañarlo hasta que muera. León Continúa diciendo que
los socialistas se equivocan al
decir que la sociedad se parcela en dos clases que se odian y
que están en lucha continúa. Por el
contrario dice, las dos clases deben
juntarse entre si ya que se necesitan la una de la otra enteramente
porque sin capital no puede haber trabajo y ambas se benefician cuando
hay entendimiento pudiendo la clase obrera convertirse también en clase
capital. La doctrina cristiana
apunta a los patrones y a los obreros a cumplir sus deberes. Con León
XIII la iglesia tiene una gran influencia benéfica con obras de caridad,
recomendando que el estado intervenga en la prosperidad pública y privada de
todas las clases. Recomienda al Estado la obligación de poner fin a las
huelgas, “Por qué semejante cesación del trabajo no solo daña a los amos, sino
a los mismos obreros, perjudica también a la comunidad y a los intereses del
estado. Si el salario no es justo para
las necesidades del trabajador el estado debe intervenir.
El
Papa Pio XII, Jun 01 de 1954, dijo, que León al dirigir su encíclica no solo
apuntaba a los peligros del socialismo
científico, sino también señalo en parte a un liberalismo económico que ignora los deberos sociales lo dijo en
mensaje radial. Pio X, (1903-1914), Benedicto XV (1914-1922) no abordaron los
problemas sociales. Pio XI (1922-1924) complemento
las ideas de León XIII, en su encíclica
Quadragesimo Anno de Mayo 15 de 1931, califica a León de gran maestro, y manifiesta que el SOCIALISMO ES UNA PERTURBACIÓN SOCIAL,
que la iglesia salvara la restauración
o la reforma cristiana de las costumbre socialistas, que la iglesia
siempre promovió un salario, como un patrón, igual que la propiedad privada y, que promueve también el contrato de trabajo “JUSTO”, así como las clases sociales sosteniendo la empresa y el capital como cabeza del desarrollo individual y del Estado.
León
XIII, sostiene que ser socialista y
católico AL MISMO TIEMPO es IMPOSIBLE. Juan XXIII (1881-1963) EN Mayo 15 de
1961 en su encíclica Mater e Magistral
trata de dar una nueva imagen a la iglesia católica en un hondo procesos de socialización y relaciones
de convivencia. El desarrollo económico no
debe estar divorciado de lo social, critica también los sistemas de esa época, al sacrificar al campo por el beneficio de la ciudad. Las
clases y la desigualdad, afirmaba León XIII, constituyen rasgos inalterables de la condición humana, como son los derechos
de propiedad. Condenaba el
socialismo como ilusorio y sinónimo
del odio y el ateísmo.
Pablo
VI, Abril 16 de 1971, defendió el deber de ayudar a los pobres y a los
oprimidos, el Papa comprometió a la iglesia a buscar una justa compensación
para los obreros y por primera vez en 550 años en Vaticano rechaza al capitalismo exagerado en beneficio por
igual de todas las clases sociales,
dando lugar a movimientos políticos,
económicos y sociales que se extiende por toda Europa y América Latina, el
llamado socialismo cristiano,
enfatizando que las clases son
complementarias no excluyentes, que la propiedad
privada tiene una doble dimensión
individual y social, haciendo uso de sus derechos sin afectar al bien común, que sin violencia hay que
resolver la injusticia social
La lucha de la Iglesia contra el comunismo. De León XIII al
Segundo Concilio Vaticano
La fuerza de la Iglesia católica representada por el Papa, en 1846 Pío IX, en su encíclica Quipluribus, condenó
a la doctrina comunista. Esta misma
orientación siguió León XIII, quien
en 1891 calificó al socialismo de "un cáncer que pretendía
destruir los fundamentos mismos de la sociedad moderna" (p. 12); Pío XI hizo lo propio en 1937, al afirmar
que el fin del comunismo es destruir
la religión y la civilización; por su parte, Juan XXIII
trazó los lineamientos del Concilio Vaticano II (1962-1965) (Wilde, 2007: 2-4),
y pronunció el discurso inaugural, titulado "El principal objetivo del Concilio", el 11 de octubre de
1962, con miras a la supervivencia de la
Iglesia y la contención del
comunismo. Tras
la muerte de este pontífice, ocurrida el 3 de junio de 1963, tomó su lugar
Pablo VI, quien continuó las líneas rectoras de su predecesor y las expuso en
su encíclica Ecclesiam suam, el 6 de agosto de 1964. . En ella
pidió que la Iglesia tomara conciencia de
sí y de su importancia
"para la salvación de la sociedad
humana".
En suma, los dos últimos discursos
fueron relevantes por su anhelo de paz; pero, afirma Ferraro:
"No era una paz neutral de los dos bloques ideológicos existentes en
el mundo de sus días; la paz deseada, y para la cual trabajaba la Iglesia, era una paz orientada al rescate y a la reforma del
capitalismo, y la eliminación del comunismo"
(p. 95). Al respecto, el Concilio se enfocó en la
necesidad de una renovación espiritual
por parte de los fieles, en la urgencia de que los laicos se dieran cuenta de sus obligaciones sociales, se
preocuparan por los pobres, asumieran un compromiso político para cambiar las
estructuras que hacían injusta la vida,
que difundieran la doctrina social
de la Iglesia, pues la finalidad del Vaticano
II era conseguir la paz y la
justicia, lo que incluía cambios litúrgicos y el movimiento ecuménico. Pero
todo esto, en el fondo, sostiene Ferraro, estuvo encaminado a contrarrestar los adelantos socialistas.
Por esta razón la doctrina social católica no
condenaba al capitalismo, sino los abusos cometidos por la clase
capitalista: "Se trataba de una doctrina de justicia social frente al
comunismo en la que tanto el trabajo como el capital tenían derecho a
participar en los beneficios; de tal forma se mantenía intacta la existencia de
las relaciones productivas capitalistas y se proveía al capitalismo de una legitimación
ética" (p. 13).
El
pontificado de León XIII fue notorio por su acercamiento a la modernidad. Para él, la doctrina social de la
Iglesia no era contraria al capitalismo,
sino que se oponía a los abusos del
"sistema". De ahí que se definiera la justicia de tal modo que
las relaciones productivas capitalistas
sigan operando y se consideren como parte del orden de Dios. En
concordancia, la construcción de la paz deriva de tal noción, y, ya sea desde
un punto de vista marxista o capitalista,
la paz no es una categoría neutra, sino algo moldeable de acuerdo con las
convicciones o prejuicios partidistas.
Ferraro
señala que León XIII condenó el
socialismo, pero no el capitalismo;
sin embargo, censuró la avaricia de los
potentados particulares en cuanto causa de sufrimiento, pobreza y desesperación en los proletarios.
El autor enfatiza que su doctrina fue antisocialista
y defensora de las relaciones productivas capitalistas, por tener éstas un origen divino. Además:
León
XIII consideró que la Iglesia, en aquella época, tenía como parte de su misión combatir el comunismo; vio la íntima
conexión entre la injusticia, la perturbación del orden social y el crecimiento del socialismo, y propuso la práctica de la justicia como medio
para lograr la paz social y vencerlo (p. 24). En el caso de Pío XI, el capitalismo no es condenable por sí mismo ni vicioso por naturaleza, sino
violador del "recto orden" sólo cuando abusa de los obreros y de la clase proletaria. Empero, considera la
propiedad privada (bienes sociales
de producción) como un derecho natural, según la encíclica Quadragesimo anno, de 1931.
Mientras,
en Divini redemptoris, de 1937,
exhorta a los sacerdotes a ir al obrero,
a los necesitados, como mandan las enseñanzas de Jesús, pero la enmienda
no es humanitaria y desinteresada del todo. Ferraro se
apoya en una sentencia de esa encíclica
y hace saber que tal actitud respondió
a que dicho sector social era el más expuesto a las maniobras de los agitadores que explotan la mísera situación de los menesterosos
para encender en su alma la envidia
contra los ricos y excitarlos a
tomar por la fuerza lo que, según ellos, la fortuna les ha negado injustamente. "Pero si el sacerdote no va al obrero y al necesitado para prevenirlo o
para desengañarlo de todo prejuicio
y de toda teoría falsa, ese obrero y ese necesitado llegarán a ser presa fácil de los apóstoles del comunismo" (p. 42).
Encíclica Divini Redemptoris sobre el
Comunismo
1.
La promesa de un Redentor divino ilumina la primera página de la historia de la
humanidad; por esto la confiada esperanza de un futuro mejor suavizó el dolor
del paraíso perdido (Cf. Gén 3,23) y acompañó al género humano en su atribulado
camino hasta que, en la plenitud de los tiempos (Gál 4,4), el Salvador del
mundo, apareciendo en la tierra, colmó la expectación e inauguró una nueva
civilización universal, la civilización cristiana, inmensamente superior a la
que el hombre había hasta entonces alcanzado trabajosamente en algunas naciones
privilegiadas.
2.
Pero la lucha entre el bien y el mal
quedó en el mundo como triste herencia del pecado original. y el antiguo tentador no ha cesado jamás de engañar a la humanidad con falaces promesas. Por esto, en el
curso de los siglos, las perturbaciones se han ido sucediendo unas tras otras
hasta llegar a la revolución de nuestros días, la cual por todo el mundo es ya
o una realidad cruel o una seria amenaza, que supera en amplitud y violencia a
todas las persecuciones que anteriormente ha padecido la Iglesia. Pueblos
enteros están en peligro de caer de nuevo en una barbarie peor que aquella en
que yacía la mayor parte del mundo al aparecer el Redentor.
3.
Este peligro tan amenazador, como
habréis comprendido, venerables hermanos, es el comunismo bolchevique y sus ramas ateas, que pretende
derrumbar radicalmente el orden
social y socavar los fundamentos
mismos de la civilización cristiana.
POSICIÓN
DE LA IGLESIA FRENTE AL COMUNISMO
4. Frente a esta amenaza,
la Iglesia católica no podía callar, y
no calló. No calló esta Sede Apostólica, que sabe que es misión propia suya la defensa de la verdad,
de la justicia y de todos aquellos bienes eternos que el comunismo rechaza y combate. Desde que
algunos grupos de intelectuales
pretendieron liberar la civilización
humana de todo vínculo moral y
religioso, nuestros predecesores llamaron abierta y explícitamente la
atención del mundo sobre las consecuencias
de esta descristianización de la sociedad humana. Y por lo que toca a los errores del comunismo, ya en
el año 1846 nuestro venerado predecesor Pío IX, de santa memoria, pronunció una
solemne condenación contra ellos, confirmada después en el Syllabus. Dice
textualmente en la encíclica Qui pluribus: «[A esto tiende] la doctrina,
totalmente contraria al derecho natural,
del llamado comunismo; doctrina que,
si se admitiera, llevaría a la radical subversión de los derechos, bienes y propiedades de todos y aun de la misma sociedad humana». Más tarde, uno predecesor nuestro, de inmortal
memoria, León XIII, en la encíclica Quod Apostolici numeris, definió el comunismo como «mortal enfermedad que se
infiltra por las articulaciones más íntimas de la sociedad humana,
poniéndola en peligro de muerte», y con clara visión indicaba que los
movimientos ateos entre las masas populares, en plena época del tecnicismo,
tenían su origen en aquella filosofía que desde hacía ya varios siglos trataba
ele separar la ciencia y la vida de la fe y de la Iglesia.
5. También Nos, durante
nuestro pontificado, hemos denunciado frecuentemente, y con apremiante
insistencia, el crecimiento amenazador de las
corrientes ateas. Cuando en 1924 nuestra misión de socorro volvió de la
Unión Soviética, Nos condenamos el comunismo en una alocución especial dirigida
al mundo entero. En nuestras encíclicas Miserentissimus Redemptor Quadragesimo
anno[, Caritate Christi , Acerba animi , Dilectissima Nobis Nos hemos levantado una solemne protesta contra las persecuciones
desencadenadas en Rusia, México y España; y no se ha extinguido todavía el
eco universal de las alocuciones que Nos pronunciamos el año pasado con motivo
de la inauguración de la Exposición Mundial de la Prensa Católica , de la
audiencia a las prófugos españoles y del radiomensaje navideño. Los mismos
enemigos más encarnizados de la Iglesia, que desde Moscú dirigen esta hucha contra la civilización cristiana,
atestiguan con sus ininterrumpidos ataques de palabra y de obra que el Papado,
también en nuestros días, ha continuado tutelando fielmente el santuario de la
religión cristiana y ha llamado la atención sobre el peligro comunista con más
frecuencia y de un modo más persuasivo que cualquier otra autoridad pública
terrena.
Doctrina
Ø Falso ideal
8. El
comunismo de hoy, de un modo más
acentuado que otros movimientos similares del pasado, encierra en sí mismo una idea de aparente redención. Un
seudo ideal de justicia, de igualdad y de fraternidad en el trabajo satura toda
su doctrina y toda su actividad con un cierto
misticismo falso, que a las masas
halagadas por falaces promesas comunica un ímpetu y tu entusiasmo
contagiosos, especialmente en un tiempo
come el nuestro, en el que por la defectuosa
distribución de los bienes de este
mundo se ha producido una miseria general
hasta ahora desconocida. Más aún: se
hace alarde de este seudo ideal, como si hubiera sido el iniciador de un progreso económico, progreso que, si en
algunas regiones es real, se explica por otras causas muy distintas, como son
la intensificación de la productividad
industrial en países que hasta ahora carecían
de ella; el cultivo de ingentes
riquezas naturales, sin consideración alguna a los valores humanos, y el uso de métodos
inhumanos para realizar grandes trabajos con un salario indigno del hombre.
Ø Materialismo evolucionista de Marx
La doctrina que el
comunismo oculta bajo apariencias a veces tan seductoras se funda hoy
sustancialmente sobre los principios, ya proclamados anteriormente por Marx, del materialismo dialéctico y del
materialismo histórico, cuya única genuina interpretación pretenden poseer
los teóricos del bolchevismo. Esta doctrina enseña que sólo existe una realidad, la materia, con sus fuerzas ciegas, la
cual, por evolución, llega a ser
planta, animal, hombre. La sociedad
humana, por su parte, no es más que una
apariencia y una forma de la materia,
que evoluciona del modo dicho y que
por ineluctable necesidad tiende, en
un perpetuo conflicto de fuerzas,
hacia la síntesis final: una sociedad sin ciases. En esta doctrina,
como es evidente, no queda lugar ninguno
para la idea de Dios, no existe diferencia entre el espíritu y la materia ni entre
el cuerpo y el alma: no existe una vida del alma posterior a la
muerte, ni hay, por consiguiente, esperanza
alguna en una vida futura. Insistiendo en el aspecto dialéctico de su
materialismo, los comunistas afirman que
el conflicto que impulsa al mundo hacia su síntesis final puede ser
acelerado por el hombre. Por esto procuran exacerbar
las diferencias existentes entre las
diversas clases sociales y se esfuerzan para que la lucha de clases, con sus odios y destrucciones, adquiera el
aspecto de una cruzada para el progreso
de la humanidad. Por consiguiente, todas
las fuerzas que resistan a esas conscientes
violencias sistemáticas deben ser, sin distinción alguna, aniquiladas como enemigas del género humano.
Ø Destrucción y reducción del hombre y la familia
10.
El comunismo, además, despoja al hombre de su libertad,
principio normativo de su conducta moral, y suprime en la persona humana toda dignidad y todo freno moral
eficaz contra el asalto de los estímulos
ciegos. Al ser la persona humana, en el comunismo, una simple ruedecilla delengranaje total, niegan al individuo, para atribuirlos a la colectividad, todos
los derechos naturales propios de la
personalidad humana. En las relaciones sociales de los hombres
afirman el principio de la absoluta
igualdad, rechazando toda autoridad
jerárquica establecida por Dios,
incluso la de los padres; porque, según ellos, todo lo que los hombres llaman autoridad y subordinación deriva
exclusivamente de la colectividad como de su primera y única fuente. Los
individuos no tienen derecho alguno de propiedad
sobre los bienes naturales y sobre los medios de producción, Porque Siendo
éstos fuente de otros bienes, su posesión conduciría al predominio de un hombre
sobre otro. Por esto precisamente, por ser la fuente principal de toda
esclavitud económica, debe ser destruida radicalmente, según los comunistas,
toda especie de propiedad privada. 11. Al negar a la vida humana todo carácter
sagrado y espiritual, esta doctrina convierte naturalmente el matrimonio y la
familia en una institución meramente civil y convencional, nacida de un
determinado sistema económico; niega la existencia de un vínculo matrimonial de
naturaleza jurídico-moral que esté por encima de la voluntad de los individuos
y de la colectividad, y, consiguientemente, niega también su perpetua
indisolubilidad.
En particular, para el comunismo no existe vínculo alguno que
ligue a la mujer con su familia y con su
casa. Al proclamar el principio de la total
emancipación de la mujer, la separa
de la vida doméstica y del cuidado
de los hijos para arrastrarla a la
vida pública y a la producción
colectiva en las mismas condiciones
que el hombre, poniendo en manos de
la colectividad el cuidado del hogar
y de la prole. Niegan, finalmente, a
los padres el derecho a la educación de
los hijos, porque este derecho es considerado como un derecho exclusivo de la comunidad, y sólo en su nombre y por
mandato suyo lo pueden ejercer los padres.
Ø Lo que sería la Sociedad Comunista sin Jerarquía y sin Dios
¿Qué sería, pues, la
sociedad humana basada sobre estos fundamentos materialistas? Sería, es cierto, una colectividad, pero sin otra
jerarquía unitiva que la derivada del sistema económico.
Tendría como única misión la producción de bienes
por medio del trabajo colectivo, y
como fin el disfrute de los bienes de la
tierra en un paraíso en el que cada
cual «contribuiría según sus fuerzas y recibiría según sus necesidades». Hay
que advertir, además, que el comunismo
reconoce a la colectividad el derecho o más bien un ilimitado poder arbitrario para obligar a los individuos al trabajo
colectivo, sin atender a su bienestar particular, aun contra su voluntad e incluso con la violencia. En esta sociedad
comunista, tanto la moral como el orden
jurídico serían una simple emanación exclusiva del sistema económico
contemporáneo, es decir, de origen
terreno, mudable y caduco. En una palabra: se pretende introducir una nueva época y una nueva civilización,
fruto exclusivo de una evolución ciega:
«una humanidad sin Dios».
13. Cuando todos hayan
adquirido, finalmente, las cualidades personales requeridas para llevar a cabo
esta clase de humanidad en aquella situación utópica de una sociedad sin
diferencia alguna de clases, el Estado
político, que ahora se concibe exclusivamente
come instrumento de dominación capitalista sobre el proletariado, perderá necesariamente su razón de ser y se
«disolverá»; sin embargo, mientras no se logre
esta bienaventurada situación, el Estado y el poder estatal son para el comunismo el medio más eficaz y más universal para conseguir su fin.
14.
¡He aquí, venerables hermanos, el pretendido evangelio nuevo que el comunismo bolchevique y ateo anuncia a la humanidad como mensaje de salud y redención! Un sistema lleno de errores y sofismas,
contrario a la razón y a la revelación
divina; un sistema subversivo del
orden social, porque destruye las bases
fundamentales de éste; un sistema
desconocedor del verdadera origen, de la verdadera naturaleza y del verdadero
fin del Estado; un sistema, finalmente, que
niega los derechos, la dignidad y la libertad de la persona humana.
Ø Deslumbradoras
promesas e Infiltración
15. Pero ¿a qué se debe que un sistema semejante, científicamente
superado desde hace mucho tiempo y refutado
por la realidad práctica, se difunda tan rápidamente por todas las partes del mundo? La explicación reside
en el hecho de que son muy pocos los que han podido penetrar la verdadera naturaleza y los fines reales del
comunismo; y son mayoría, en cambio,
los que ceden fácilmente a una tentación hábilmente presentada bajo el velo de
promesas deslumbradoras. Con el pretexto de querer solamente mejorar la situación de las clases
trabajadoras, suprimir los abusos
reales producidos por la economía liberal y obtener una más justa distribución
de los bienes terrenos (fines, sin duda, totalmente legítimos), y aprovechando
principalmente la actual crisis económica
mundial, se consigue atraer a la zona de influencia del comunismo aun a aquellos grupos sociales que por principio rechazan todo materialismo y todo terrorismo. Y como todo error contiene siempre una parte de verdad,
esta parte de verdad que hemos indicado,
expuesta arteramente en condiciones de
tiempo y lugar, aptas para disimular, cuando conviene la crudeza repugnante
e inhumana de los principios y métodos
del comunismo bolchevique, seduce incluso a espíritus no vulgares, que llegan a convertirse en apóstoles de jóvenes inteligentes poco
preparados todavía para advertir los errores
intrínsecos del comunismo. Los pregoneros del comunismo saben aprovecharse también de los ANTAGONISMOS DE RAZA, de
las divisiones y oposiciones de los diversos sistemas políticos y hasta de
la desorientación en el campo de la
ciencia sin Dios para infiltrarse en
las universidades y corroborar con argumentos
seudocientíficos los principios de su doctrina
Ø Comunismo empobrece y el Evangelio no
lo hace
Al
hombre, a la persona humana, se
aplica lo que el Apóstol de las Gentes escribe a los corintios sobre el plan divino de la salvación cristiana:
Todo es vuestro, y vosotros de Cristo, y Cristo de Dios (1Cor 3,23). Mientras
el comunismo EMPOBRECE A LA PERSONA HUMANA, INVIRTIENDO
LOS TÉRMINOS de la relación entre el
hombre y la sociedad, la razón y
la revelación, por el contrario, la elevan a una sublime altura.
Ø Comunismo Fracasa en lo Económico
El terrorismo 23.
Pero la ley natural y el Autor de la ley natural no pueden ser conculcados
impunemente; el comunismo no ha
podido ni podrá lograr su intento ni
siquiera en el campo puramente económico.
Es
cierto que en Rusia ha contribuido no poco a sacudir a los hombres y a las instituciones de una larga y secular inercia
y que ha logrado con el uso de toda
clase de medios, frecuentemente
inmorales, algunos éxitos materiales;
pero no es menos cierto, tenemos de ello testimonios cualifica-dos y
recentísimos, que de hecho ni siquiera
en el campo económico ha logrado los
fines que había prometido, sin contar, por supuesto, la esclavitud que el terrorismo ha impuesto a
millones de hombres. Hay que repetirlo: también en el campo económico es necesaria una moral, un sentimiento moral de la
responsabilidad, los cuales, ciertamente, no tienen cabida en un sistema
cerradamente materialista como el
comunismo. Para sustituir este sentimiento moral no queda otro sustitutivo
que el terrorismo que presenciamos en
Rusia, donde los antiguos camaradas de conjuración
y de lucha se eliminan mutuamente; terrorismo que, por otra parte, no
consigue contener, no ya la corrupción
de la moral, pero ni siquiera la
disolución del organismo social.
Recuerdo paterno de los pueblos
oprimidos en Rusia 24.
Sin embargo, no queremos en modo alguno condenar globalmente a los pueblos de
la Unión Soviética, por los que sentimos el más vivo afecto paterno. Sabemos
que no pocos pueblos de Rusia gimen bajo el duro yugo impuesto a la fuerza por
hombres, en su mayoría, extraños a los verdaderos intereses del país, y
reconocemos que otros muchos han sido engañados con falaces esperanzas. Nos
condenamos el sistema, a sus autores y defensores, quienes han considerado a
Rusia como el terreno más apto para realizar un sistema elaborado hace mucho
tiempo y desde Rusia extenderlo por todo el mundo.
Ø Consejos para los Pobres ante un
sistema comunista
44.
Y aquí queremos, venerable hermanos, insistir específicamente sobre dos enseñanzas
del Señor, que responde modo particular a la actual situación del género
humano: el desprendimiento de los bienes terrenos y el precepto de la caridad.
Bienaventurados los pobres de espíritu; éstas fueron la primeras palabras
pronunciadas por el divino Maestro en su Sermón de h Montaña (Mt 5,3). Esta
lección fundamenta es más necesaria que nunca en estos tiempos de materialismo,
sediento di bienes y placeres terrenales. Todos los cristianos, ricos y pobres,
deben tener siempre fija su mirada era el
cielo, recordando que no tenemos aquí ciudad permanente, sino que buscamos
la futura (Heb 13,14). Los ricos no deben poner su felicidad en las riquezas de
la tierra ni enderezar sus mejores esfuerzos a conseguirlas, sino que,
considerándose como simples administradores de las riquezas, que han de dar
estrecha cuenta de ellas al supremo dueño, deben usar de ellas cono de
preciosos medios que Dios les otorgó para ejercer
la virtud, y no dejar de distribuir
a los pobres los bienes superfluos, según el precepto evangélico (cf. Lc
11,41).
De
lo contrario, se cumplirá con ellos y en sus riquezas la severa sentencia del apóstol Santiago: Vosotros, ricos,
llorad a gritos sobre las miserias que os amenazan. Vuestra riqueza está
podrida; vuestros vestidos, consumidos por la polilla; vuestro oro y vuestra
plata, comidos del orín, y el orín será testigo contra vosotros y roerá
vuestras carnes como fuego. Habéis atesorado [ira] para los últimos días (St 5,
1-3)
45.
Los pobres, por su parte, en medio de sus esfuerzos, guiados por las leyes de
la caridad y de la justicia, para proveerse de lo necesario y para mejorar su
condición social, deben también ellos permanecer siempre pobres de espíritu (Mt
5,3), estimando más los bienes espirituales que los goces terrenos. Tengan
además siempre presente que nunca se conseguirá hacer desaparecer del mundo las
miserias, los dolores y las tribulaciones, a los que están sujetos también los
que exteriormente aparecen como más afortunados. La paciencia es, pues,
necesaria para todos; esa paciencia que mantiene firme el espíritu, confiado en
las divinas promesas de una eterna felicidad. Tened, pues, paciencia, hermanos
—os decimos también con el apóstol Santiago—, hasta la venida del Señor. Ved
cómo el labrador, con la esperanza de los frutos preciosos de la tierra,
aguarda con paciencia las lluvias tempranas y las tardías. Aguardad también
vosotros con paciencia, fortaleced vuestros corazones, porque la venida del Señor
está cercana (St 5,7-8).
Ø Cuidarse de los apóstoles comunistas –
El Engaño de los Comunista a los pobres
y necesitados
64.
En esta materia recordarnos de modo particular a los sacerdotes la exhortación,
tantas veces repetida por nuestro predecesor, de feliz memoria, León XIII de ir al obrero; exhortación que Nos
hacemos nuestra complementándola con esta aclaración: «Id especialmente al obrero pobre; más todavía, id en general a los necesitados», como mandan las enseñanzas de Jesús y de su Iglesia. Los necesitados son, en efecto, los que están más
expuestos a las maniobras de los agitadores,
21
que explotan la mísera situación de los
necesitados para encender en el alma de éstos la envidia contra los ricos y excitarlos
a tomar por la fuerza lo que, según ellos, la fortuna les ha negado injustamente.
Pero, si el sacerdote no va al obrero y
al necesitado para prevenirlo o para desengañarlo
de todo prejuicio y de toda teoría
falsa, ese obrero y ese necesitado llegarán a ser fácil presa de los apóstoles del comunismo
Ø Católicos no se dejen engañar por el
Comunismo
68.
Estos soldados de la Acción Católica, así preparados, serán los primeros e
inmediatos apóstoles de sus compañeros de trabajo y los valiosos auxiliares del
sacerdote para extender por todas partes la luz de la verdad y para aliviar las
innumerables y graves miserias materiales y espirituales en innumerables zonas
sociales refractarias hoy día muchas veces a la acción del ministro de Dios por
inveterados prejuicios contra el clero o por una lamentable apatía religiosa.
De esta manera, los hombres de la Acción Católica, bajo la dirección de
sacerdotes experimentados, realizarán una enérgica y valiosa colaboración en la
labor de asistencia religiosa a las clases trabajadoras, labor que nos es tan
querida, porque consideramos esta asistencia religiosa como el medio más idóneo
para defender a los obreros, nuestros queridos hijos, de las insidias
comunistas.
77.
Porque —como entonces decíamos— , «siendo la
fe en Dios el fundamento previo de todo orden político y la base
insustituible de toda autoridad
humana, todos los que no quieren la destrucción del orden ni la supresión de la ley deben trabajar enérgicamente para que los enemigos de la religión
no alcancen el fin tan abiertamente proclamado por ellos» .
80.
Por esta razón, los gobiernos deben poner sumo cuidado en impedir que la criminal propaganda atea, destructora nata de todos los
fundamentos del orden social, penetre
en sus pueblos; porque no puede
haber autoridad alguna estable sobre la tierra si se niega la autoridad de Dios, ni puede tener firmeza un juramento si se suprime el nombre de Dios vivo. Repetimos a este
propósito lo que tantas veces y con tanta insistencia hemos dicho,
especialmente en nuestra encíclica Caritate Christi: «¿Cómo puede tener vigor
un contrato cualquiera y qué vigencia puede tener un tratado si falta toda
garantía de conciencia, si falta la fe en Dios, si falta el temor de Dios? Quitado
este cimiento, se derrumba toda la ley moral y no hay remedio que pueda impedir
la gradual pero inevitable ruina de los pueblos, de la familia, del Estado y de
la misma civilización humana»
Libertad de la Iglesia 83.
Pero, al mismo tiempo, el Estado debe dejar a la Iglesia en plena libertad para
que ésta realice su divina misión sobre las almas, si quiere colaborar de esta
manera en la salvación de los pueblos de la terrible tormenta de la hora
presente. En todas partes se hace hoy día un angustioso llamamiento a las
fuerzas morales del espíritu, y con razón, porque el mal que hay que combatir
es, considerado en su raíz más profunda, un mal de naturaleza espiritual, y de
esta corrompida fuente ideológica es de donde brotan con una lógica diabólica
todas las monstruosidades del comunismo. Ahora bien: entre las fuerzas morales
y religiosas sobresale incontestablemente la Iglesia católica, y por esto el
bien mismo de la humanidad exige que no se pongan impedimentos a su actividad.
Proceder de distinta manera y querer obtener el fin espiritual indicado con
medios puramente económicos o políticos equivale a incurrir necesariamente en
un error sumamente peligroso. Porque, cuando se excluye la religión de los
centros de enseñanza, de la educación de la juventud, de la moral de la vida
pública, y se permite el escarnio de los representantes del cristianismo y de
los sagrados ritos de éste, ¿no se fomenta, acaso, el materialismo, del que
nacen los principios y las instituciones propias del comunismo? Ni la fuerza humana
mejor organizada ni los más altos y nobles ideales terrenos pueden dominar los
movimientos desordenados de este carácter, que hunden sus raíces precisamente
en la excesiva codicia de los bienes de esta vida.
Paterno llamamiento a los extraviados
85.
Pero Nos no podemos terminar esta encíclica sin dirigir una palabra a aquellos
hijos nuestros que están ya contagiados, o por lo menos amenazados de contagio,
por la epidemia del comunismo. Les exhortamos vivamente a que oigan la voz del
Padre, que los ama, y rogamos al Señor que los ilumine para que abandonen el
resbaladizo camino que los lleva a una inmensa y catastrófica ruina, y
reconozcan también ellos que el único Salvador es Jesucristo Nuestro Señor,
pues ningún otro nombre nos ha sido dado bajo el cielo, entre los hombres, por
el cual podamos ser salvos (Hech 4,12).
El Comunismo es Intrínsecamente Malo –
Católicos no se dejen engañar
60.
Procurad, venerables hermanos, con sumo cuidado que los fieles no se dejen engañar. El comunismo
es intrínsecamente malo, y no se puede admitir
que colaboren con el comunismo, en terreno alguno, los que quieren salvar de la ruina la civilización cristiana. Y si algunos, inducidos al error, cooperasen al establecimiento del comunismo en sus propios países, serán los primeros en pagar el castigo de su error; y cuanto más antigua y luminosa es la
civilización creada por el cristianismo en las naciones en que el
comunismo logre penetrar, tanto mayor será la devastación que en ellas ejercerá
el odio del ateísmo comunista.
Ø Defenderse de los enemigos de la
religión
77.
Porque —como entonces decíamos— , «siendo la fe en Dios el fundamento previo de
todo orden político y la base insustituible de toda autoridad humana, todos los
que no quieren la destrucción del orden
ni la supresión de la ley deben
trabajar enérgicamente para que los enemigos de la religión no alcancen el fin
tan abiertamente proclamado por ellos» .
Ø La Mentira de los Derechos Iguales en
los ciudadanos
32.
Para lograr precisamente este orden tranquilo por medio de la colaboración de
todos, la doctrina católica reivindica para el Estarlo toda la dignidad y toda
la autoridad necesarias para defender con vigilante solicitud, como
frecuentemente enseñan la Sagrada Escritura y los Santos
Padres,
todos los derechos divinos y humanos. Y aquí se hace necesaria una advertencia:
es errónea la afirmación de que todos los ciudadanos tienen derechos iguales en
la sociedad civil y no existe en el Estado jerarquía legítima alguna. Bástenos
recordara este propósito las encíclicas de León XIII antes citadas,
especialmente las referentes a la autoridad política [17] y a la constitución
cristiana del Estado[18]. En estas encíclicas encuentran los católicos
luminosamente expuestos los principios de la razón y de la fe, que los
capacitarán para defenderse contra los peligrosos errores de la concepción
comunista del Estado. La expoliación de los derechos personales y la
consiguiente esclavitud del hombre; la negación del origen trascendente supremo
del Estado y del poder político; el criminal abuso del poder público para
ponerle al servicio del terrorismo colectivo, son hechos radical y
absolutamente contrarios a las exigencias de la ética natural y a la voluntad
divina del Creador. El hombre, lo mismo que el Estado, tiene su origen en el
Creador, y el hombre y el Estado están por Dios mutuamente ordenados entre sí;
por consiguiente, ni el ciudadano ni el Estado pueden negar los deberes
correlativos que pesan sobre cada uno de ellos, ni pueden negar o disminuir los
derechos del otro. Ha sido el Creador en persona quien ha regulado en sus
líneas fundamentales esta mutua relación entre el ciudadano y la sociedad, y
es, por tanto, una usurpación totalmente injusta la que se arroga el comunismo
al sustituir la ley divina, basada sobre los inmutables principios de la verdad
y de la caridad, por un programa político de partido, derivado del mero
capricho humano y saturado de odio
Ø Lucha del Comunismo contra todo lo
Divino y Religioso
Contra todo lo divino
22.
Y esto es lo que con sumo dolor estamos
presenciando: por primera vez en la
historia asistimos a una lucha
fríamente calculada y cuidadosamente
preparada contra todo lo que es divino (cf. 2Tes 2,4). Porque el comunismo
es por su misma naturaleza totalmente antirreligioso y considera la religión
como el «opio del pueblo», ya que los principios religiosos, que hablan de la
vida ultraterrena, desvían al
proletariado del esfuerzo por realizar aquel
paraíso comunista que debe alcanzarse
en la tierra.
Ø Trabajo de los Hijos de la luz vs
Hijos de las Tinieblas
39.
Esta es, venerables hermanos, la doctrina de la Iglesia, la única doctrina que,
como en todos los demás campos, también en el terreno social puede traer la
verdadera luz y ser la salvación frente a la ideología comunista. Pero es
absolutamente necesario que esta doctrina se proyecte cada vez más en la vida
práctica, conforme al aviso del apóstol Santiago: Poned en práctica la palabra
y no os contentéis sólo con oírla, engañándoos a vosotros mismos (St 1,22); por
esto, lo más urgente en la actualidad es aplicar con energía los oportunos
remedios para oponerse eficazmente a la amenazadora catástrofe que se está
preparando, Nos albergamos la firme
confianza de que la pasión con
que los hijos de las tinieblas trabajan
día y noche en su propaganda
materialista y atea servirá para
estimular santamente a los hijos de la luz
a un celo no desemejante, sino mayor, por el honor de la Majestad divina.
Llamamiento a todos los que creen en
Dios 75. Pero en esta lucha entablada por el poder de las tinieblas contra la idea misma
de la Divinidad, esperamos
confiadamente que colaborarán, además de todos los que se glorían del nombre cristiano, todos los que creen en Dios y adoran a
Dios, los cuales son todavía la
inmensa mayoría de los hombres. 76.
Renovamos, por tanto, el llamamiento que hace ya cinco años hicimos en nuestra
encíclica Caritate Christi, para que también todos los creyentes colaboren leal
y cordialmente para alejar de la
humanidad el gravísimo peligro que amenaza a todos.
Ø El Estado que se opone a la Iglesia y
su trabajo
84.
Nos confiamos en que los que actualmente dirigen el destino de las naciones,
por poco que adviertan el peligro extremo que amenaza hoy a los pueblos,
comprenderán cada vez mejor la grave obligación que sobre ellos pesa de no impedir a la Iglesia el cumplimiento
de su misión; obligación robustecida por el hecho de que la Iglesia, al
procurar a los hombres la consecución de la felicidad eterna, trabaja también
inseparablemente por la verdadera
felicidad temporal de los hombres.
Ø El Terror del Colectivismo Comunista
32.
Para lograr precisamente este orden tranquilo por medio de la colaboración de
todos, la doctrina católica reivindica para el Estarlo toda la dignidad y toda
la autoridad necesarias para defender con vigilante solicitud, como
frecuentemente enseñan la Sagrada Escritura y los Santos Padres, todos los derechos divinos y humanos. Y aquí
se hace necesaria una advertencia: es
errónea la afirmación de que todos
los ciudadanos tienen derechos iguales en la sociedad civil y no existe en
el Estado jerarquía legítima alguna. Bástenos recordara este propósito las
encíclicas de León XIII antes citadas, especialmente las referentes a la autoridad política y a la constitución
cristiana del Estado. En estas encíclicas encuentran los católicos
luminosamente expuestos los principios de la
razón y de la fe, que los capacitarán para defenderse contra los peligrosos errores de la concepción comunista del Estado.
La expoliación de los derechos personales y la consiguiente esclavitud del
hombre; la negación del origen trascendente supremo del Estado y del poder
político; el criminal abuso del poder
público para ponerle al servicio del terrorismo
colectivo, son hechos radical y
absolutamente contrarios a las exigencias de la ética natural y a la voluntad divina del Creador. El hombre,
lo mismo que el Estado, tiene su origen en el Creador, y el hombre y el Estado
están por Dios mutuamente ordenados entre sí; por consiguiente, ni el ciudadano
ni el Estado pueden negar los deberes correlativos que pesan sobre cada uno de
ellos, ni pueden negar o disminuir los
derechos del otro. Ha sido el
Creador en persona quien ha regulado en sus líneas fundamentales esta mutua
relación entre el ciudadano y la
sociedad, y es, por tanto, una usurpación totalmente injusta la que se arroga
el comunismo al sustituir la ley
divina, basada sobre los inmutables
principios de la verdad y de la caridad, por un programa político de partido, derivado del mero capricho humano y saturado de odio
El Falso Deseo de Paz Mundial
proclamado por el Comunismo
59.
Por ejemplo, viendo el deseo de paz que
tienen todos los hombres, los jefes del comunismo aparentan ser los más
celosos defensores y propagandistas del movimiento por la paz
mundial; pero, al mismo tiempo,
por una parte, excitan a los pueblos a la lucha
civil para SUPRIMIR LAS CLASES
SOCIALES, lucha que hace correr ríos
de sangre, y, por otra parte, sintiendo que su paz interna carece de garantías sólidas, recurren a un acopio ilimitado de armamentos. De la misma
manera, con diversos nombres que carecen de todo significado comunista, fundan asociaciones y publican periódicos
cuya única finalidad es la de hacer posible la penetración de sus ideas en medios sociales que de otro modo no les serian fácilmente accesibles; más
todavía, procuran infiltrarse insensiblemente
hasta en las mismas asociaciones abiertamente católicas o religiosas. En otras partes, los comunistas, sin renunciar en nada a sus principios, invitan a
los católicos a colaborar amistosamente con ellos en el campo del humanitarismo y de la caridad, proponiendo a veces, con estos fines, proyectos
completamente conformes al espíritu cristiano y a la doctrina de la Iglesia. En
otras partes acentúan su hipocresía hasta el punto de hacer creer que el
comunismo, en los países de mayor civilización y de fe más profunda, adoptará
una forma más mitigada, concediendo a todos los ciudadanos la libertad de cultos y la libertad de
conciencia. Hay incluso quienes, apoyándose en algunas ligeras modificaciones
introducidas recientemente en la legislación soviética, piensan que el
comunismo está a punto de abandonar su
programa de lucha abierta contra
Dios.
Ø La Importancia del Trabajo para
alcanzar las cosas
81.
Además, los gobiernos deben consagrar su
principal preocupación a la creación de aquellos medios materiales de vida
necesarios para el ciudadano,
sin los cuales todo Estado, por muy perfecta que sea su constitución, se
derrumbará necesariamente, y a procurar trabajo especialmente a los padres de
familia y a la juventud. Para lograr estos fines, induzcan los gobiernos a las
clases ricas a aceptar por razón de bien común aquellas cargas sin cuya
aceptación no puede conservarse el Estado ni pueden vivir seguros los mismos
ricos. Pero las disposiciones que los gobiernos adopten con este fin deben ser
tales que pesen efectivamente sobre los ciudadanos que tienen en sus manos los
grandes capitales y los aumentan cada día con grave daño de las demás clases
sociales.
Prudente y sobria administración 82.
Pero la administración pública del propio Estado, de la cual es responsable el gobernante ante Dios y
ante la sociedad, debe necesariamente desenvolverse con una prudencia y una
sobriedad tan grandes, que sirva de
ejemplo para todos los ciudadanos. Hoy más que nunca, la gravísima crisis
económica que azota al mundo entero exige que los que disfrutan de inmensas
fortunas, fruto del trabajo y del sudor de tantos ciudadanos, pretendan
exclusivamente el bien común y procuren aumentar lo más posible este bien
común. También los altos cargos políticos del Estado y todos los funcionarios
públicos de la administración deben cumplir sus deberes por obligación de conciencia con fidelidad y desinterés, siguiendo los luminosos ejemplos antiguos y recientes
de tantos hombres insignes que con un trabajo infatigable sacrificaron toda su
vida por el bien de la patria. Y en las relaciones mutuas de los pueblos entre
sí deben suprimirse lo más pronto
posible todos esos impedimentos artificiales de la vida económica que
brotan principalmente de un sentimiento
de desconfianza y de odio, pues todos los pueblos de la tierra forman una
única familia nacida de Dios.
Libertad de la Iglesia
83.
Pero, al mismo tiempo, el Estado debe dejar a la Iglesia en plena libertad para
que ésta realice su divina misión sobre las almas, si quiere colaborar de esta
manera en la salvación de los pueblos de la terrible tormenta de la hora
presente. En todas partes se hace hoy día un angustioso llamamiento a las
fuerzas morales del espíritu, y con razón, porque el mal que hay que combatir
es, considerado en su raíz más profunda, un mal de naturaleza espiritual, y de esta corrompida fuente ideológica es de donde brotan con una lógica
diabólica todas las monstruosidades
del comunismo. Ahora bien: entre las fuerzas morales y religiosas sobresale
incontestablemente la Iglesia católica, y por esto el bien mismo de la humanidad exige que no se pongan impedimentos a su
actividad. Proceder de distinta manera y querer obtener el fin espiritual
indicado con medios puramente económicos o políticos equivale a incurrir
necesariamente en un error sumamente peligroso. Porque, cuando se excluye la
religión de los centros de enseñanza, de la educación de la juventud, de la
moral de la vida pública, y se permite el escarnio de los representantes del
cristianismo y de los sagrados ritos de éste, ¿no se fomenta, acaso, el
materialismo, del que nacen los principios y las instituciones propias del
comunismo?
Ø No habría ni socialismo ni comunismo
38.
Se puede afirmar, por tanto, con toda certeza, que la Iglesia, como Cristo, su
fundador, pasa a través de los siglos
haciendo el bien a todos. NO HABRÍA NI
SOCIALISMO NI COMUNISMO si los gobernantes
de los pueblos no hubieran despreciado las enseñanzas y las maternales
advertencias de la Iglesia; pero los gobiernos prefirieron construir sobre las
bases del liberalismo y del laicismo otras estructuras sociales, que, aunque a
primera vista parecían presentar un aspecto firme y grandioso, han demostrado bien
pronto, sin embargo, su carencia de sólidos fundamentos, por lo que una tras
otra han ido derrumbándose miserablemente, como tiene que derrumbarse
necesariamente todo lo que no se apoya sobre la única piedra angular, que es
Jesucristo
Ø El Estado es para el hombre, no el
Hombre para el Estado
29.
Pero Dios ha ordenado igualmente que el hombre tienda espontáneamente a la sociedad civil, exigida por la propia naturaleza humana. En el plan del Creador, esta sociedad civil es un medio natural del
que cada ciudadano puede y debe servirse para alcanzar su fin, ya que el Estado
es para el hombre y no el hombre para el Estado.
Ø Medios para Salvar el Estado (Sano
Corporativismo) – Sistema Político Correcto
31. Hemos
demostrado, además, en la mencionada encíclica que los medios para salvar al Estado actual de la triste decadencia
en que lo ha hundido el liberalismo
amoral no consiste en la lucha de
clases y en el terrorismo ni en el abuso autocrático del poder del
Estado, sino en la configuración y penetración del orden económico y social por
los principios de la justicia social y
de la caridad cristiana. Hemos advertido también que hay que lograr la
verdadera prosperidad de los pueblos por medio de un sano corporativismo que respete
la debida jerarquía social; que es igualmente necesaria la unidad armónica
y coherente de todas las asociaciones para que puedan atender todas ellas al
bien común del Estado, y que, por consiguiente, la misión genuina y peculiar
del poder político consiste en promover
eficazmente esta armoniosa coordinación de todas las fuerzas sociales.
Ø Católicos solo de Nombre
43. No
portemos, sin embargo, negar que queda todavía mucho por hacer en este camino
de la renovación espiritual. Porque incluso en los mismos países católicos son demasiados los católicos que lo son casi
de solo nombre; demasiados los que, si bien cumplen con mayor o menor fidelidad las prácticas más
esenciales de la religión que se
glorían de profesar, no se preocupan sin
embargo, de conocerla mejor ni de
adquirir una convicción más íntima y profunda, y menos aún de hacer que a
la apariencia exterior de la religión corresponda el interno esplendor de una conciencia recta y pura, que siente y
cumple todos sus deberes bajo la mirada de Dios. Sabemos muy
bien el gran aborrecimiento que el divino Salvador siente frente a esta vana y falaz exterioridad, El que
quería que todos adorasen al Padre en
espíritu y en verdad (Jn 4,23).
Quien no ajusta sinceramente su vida práctica a la fe que profesa, no podrá
mantenerse a salvo durante mucho tiempo hoy, cuando sopla tan fuerte el viento
de la lucha y de la persecución, sino que se verá arrastrado miserablemente por
este nuevo diluvio que amenaza al mundo; y así, mientras prepara su propia ruina,
expondrá también al ludibrio el honor del cristianismo.
Ø Estudio y difusión de la doctrina
social
56.
Para dar a esta acción social mayor eficacia es absolutamente necesario
promover todo lo posible el estudio de los problemas sociales a la luz de la doctrina
de la Iglesia y difundir por todas partes las enseñanzas de esa doctrina bajo
la égida de la autoridad constituida por Dios en la misma Iglesia. Porque, si
el modo de proceder de algunos católicos ha dejado que desear en el campo
económico y social, la causa de este defecto ha sido con frecuencia la
insuficiente consideración de las enseñanzas dadas por los Sumos Pontífices en
esta materia. Por esto es sumamente necesario que en todas las clases sociales
se promueva una más intensa formación en las ciencias sociales, adaptada en su
medida personal al diverso grado de cultura intelectual; y es sumamente
necesario también que se procure con toda solicitud e industria la difusión más
amplia posible de las enseñanzas de la Iglesia aun entre a clase obrera. Que
las enseñanzas sociales de la Iglesia católica iluminen con la plenitud de su
luz a todos los espíritus y muevan las voluntades de todos a seguirlas y
aplicarlas como norma segura de vida que impulse al cumplimiento concienzudo de
los múltiples deberes sociales. Así se evitará esa inconsecuencia y esa
inconstancia en la vida cristiana que Nos hemos lamentado más de una vez y que
hacen que algunos católicos, aparentemente fieles en el cumplimiento de sus
estrictos deberes religiosos,
luego
en el campo del trabajo, de la industria y de la profesión, o en el comercio, o
en el ejercicio de sus funciones públicas, por un deplorable desdoblamiento de
la conciencia, lleven una vida demasiado contraria a las claras normas de la
justicia y de la caridad cristiana, dando así grave escándalo a los espíritus
débiles y ofreciendo a los malos un fácil pretexto para desacreditar a la
propia Iglesia.
Paterno llamamiento a los extraviados
85. Pero Nos
no podemos terminar esta encíclica sin
dirigir una palabra a aquellos hijos nuestros que están ya contagiados, o por lo menos amenazados
de contagio, por la epidemia del
comunismo. Les exhortamos vivamente a que oigan la voz del Padre, que los ama, y rogamos al Señor que los ilumine para que abandonen el resbaladizo camino que los
lleva a una inmensa y catastrófica ruina,
y reconozcan también ellos que el único Salvador
es Jesucristo Nuestro Señor, pues ningún otro nombre nos ha sido dado bajo
el cielo, entre los hombres, por el cual podamos ser salvos (Hech 4,12).
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